Viejos C贸digos que no mueren y nuevos que no nacen.

Viejos C贸digos que no mueren y nuevos que no nacen.

02 de junio del 2014

Muy felices se las promet铆a el Ministro de Justicia cuando entr贸 en el cargo (y que no se ofenda nadie, que es animal sagrado) como elefante en cacharrer铆a. Y, enti茅ndanme, no lo digo porque me alegre (no es as铆) ni porque la mayor铆a de las reformas legislativas que proyect贸 no fueran absolutamente necesarias: lo son, sin duda, la Ley de la Jurisdicci贸n Voluntaria, pues ah铆 est谩n todav铆a los art铆culos-espectro de la LEC de 1881, la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 1882 o este ya, en su mayor铆a obsoleto, C贸digo de Comercio de 1885. Aguanta algo nuestro C贸digo Civil, pero a base de muchas y discutidas reformas y con todo, todav铆a habla de menestrales, escribanos, curiales, criados y posaderos. Y as铆, suma y sigue.
Cabe preguntarse el por qu茅 de esta permanencia tan exagerada en el tiempo de normas que, si han de interpretarse 鈥搕al y como afirma nuestra Ley Civil, premonitoria, sin duda- 鈥渟eg煤n la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas鈥, dicta el sentido com煤n se vaya pensando en jubilarlas, cuando entre la promulgaci贸n y la aplicaci贸n media m谩s de un siglo. Una de las causas de ello, seg煤n bien apuntan los expertos, arriba, es la complejidad del texto. Los c贸digos tienen la ventaja de coordinar, con mayor o menor fortuna, las disciplinas jur铆dicas que engloban. Ello evita el gran n煤mero de contradicciones que se producen entre legislaci贸n dispersa, con su galimat铆as de disposiciones transitorias y derogatorias que el diablo confunda. Un servidor (quiz谩 algo perezoso para navegar entre diferentes textos) es bastante partidario de estos entra帽ables "tochos", por m谩s que encuentre a煤n dificultad, estudiando sus razones intrincadas, cuyo sentido 鈥渘o se lo sacara ni las entendiera el mesmo Arist贸teles, si resucitara para solo ello鈥 como dijera Cervantes de su Quijote, el cual por lecturas, no jur铆dicas sino caballerescas, 鈥渟e le sec贸 el celebro y perdi贸 el juicio鈥. Alguno gan茅, gracias a ellas, las jur铆dicas, de todos modos y ciertos art铆culos de nuestros compendios legislativos creo merecen, como su inefable caballero andante, la inmortalidad.
Me parecen bien, en resumen, los c贸digos. Lo que ocurre es que es un invento caro y laborioso, tanto que a veces corremos el riesgo de que nazca ya viejo. T茅cnicamente hemos mejorado mucho: podemos consultar el derecho comparado a golpe de clic o tocando una pantallita sensible al tacto, escribir, borrar, compartir, enviar y recibir a velocidades nunca so帽adas. Pero esas ventajas de la era de la informaci贸n, pueden volverse contra el 鈥渋nvento鈥, ya que nos se trata, como anta帽o, de que una minor铆a ilustrada se imponga a un pueblo, en su mayor铆a analfabeto y desinformado. Analfabetos hay menos, aunque siempre demasiados y la informaci贸n, como toda la vida, se manipula o mejor dicho, algunos intentan manipularla, pero es razonable reconocer que ya no es tan f谩cil que el vulgo y sobre todo ciertos sectores profesionales, bien organizados y con cabezas excelentemente amuebladas, transijan con todo.
Don Alberto cometi贸 el error de comenzar meti茅ndole mano al ciudadano en el bolsillo: las tasas judiciales y procedi贸 al rev茅s: primero decret贸 y despu茅s se mostr贸 鈥渁bierto al di谩logo鈥. La respuesta fue y sigue siendo, feroz y pr谩cticamente un谩nime. Que los servicios p煤blicos valen dinero y si los queremos modernos, mucho m谩s, est谩 claro. Pero es que durante mucho tiempo nos hemos dedicado a obras fara贸nicas, puentes de Babilonia y rotondas de la Guerra de las Galaxias y nadie se ha acordado de los juzgados con los papeles hasta el techo y cuatro ordenadores con pantalla mon贸croma. Nuestro Ministro de Justicia (recordemos, no es el de Hacienda) ha olvidado lo poco que a m铆 me qued贸 claro cuando estudiaba esta disciplina: la desafecci贸n de los tributos. Por m谩s que los denominemos tasas, no podemos pretender que la justicia la subvencionen los que acuden a los Tribunales, como tampoco podemos pretender que abonen la sanidad los que tienen la desgracia de caer enfermos o sufrir un accidente. La tasas sobre un servicio p煤blico como la justicia, la sanidad o la educaci贸n han de ser siempre algo simb贸lico, una forma de recordar al ciudadano que no hay nada gratis y no un elemento disuasorio, sobre todo para la maltratada clase media.
Todo este gran error de las tasas, mantenido y solo tard铆a y parcialmente enmendado por su autor, ha servido para que caiga en el descr茅dito, sobre todo en sectores profesionales: jueces, procuradores, notarios, abogados y hasta opositores (las convocatorias son rid铆culas) le han cerrado sus puertas: no quieren saber nada de nada: ni de lo bueno ni de lo malo que el Ministerio tenga que decir: a la mano, supuestamente tendida del se帽or Gallard贸n contestan por doquier, velados o no, rotundos cortes de mangas. Hace poco contempl谩bamos (yo personalmente con estupor y fastidio) la retirada del Anteproyecto de Ley de la Jurisdicci贸n Voluntaria, cuando ya estaba en el Senado, despu茅s de a帽os de preparaci贸n. Pues, nada, otra vez a la LEC de 1881...y la casa sin barrer. Ojal谩 el varapalo sufrido en las elecciones europeas por los dos grandes partidos les sirva como cura de humildad y para recordar la verdadera funci贸n de las C谩maras (no las de TV, sino las del Congreso y el Senado): elaborar buenas leyes para todos con el mayor consenso posible.

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